Solía dirigir un taller sobre la confrontación dirigido a los empresarios. Una de las primeras preguntas que planteaba a los asistentes era: "¿A alguno de ustedes le gusta la confrontación?". Normalmente recibía un rotundo "¡NO!". Esto no me sorprendió, y probablemente tampoco le sorprenda a usted. Sin embargo, estos hombres y mujeres eran los líderes de sus organizaciones. Empecé a preguntarme: si no se sentían cómodos enfrentándose a la gente, ¿cómo se gestionaban los conflictos al más alto nivel?
La confrontación se define como "un encuentro o situación hostil o argumentativa entre partes opuestas". Esta definición sugiere que enfrentarse es participar en algo que dará lugar a un intercambio desagradable entre tú y otra persona. No suena muy divertido y, de hecho, es algo que la mayoría de nosotros preferimos evitar, y así lo hacemos.
Sin embargo, quiero cuestionar la visión que la mayoría de nosotros tenemos sobre la confrontación y arrojar algo de luz sobre cómo la confrontación en el trabajo y en las relaciones personales puede ser realmente algo bueno. La confrontación en nuestras relaciones interpersonales tiene un significado muy distinto del que solemos atribuir al término. En nuestras relaciones, cuando nos enfrentamos, en realidad estamos eligiendo ser directos y transparentes sobre cómo nos sentimos. Cuando decidimos hablar activamente con alguien sobre algo, estamos reconociendo que esa otra persona nos importa lo suficiente como para tomarnos el tiempo de trabajar sobre lo que nos ha estado molestando.
¿Por qué es importante? Cada vez que estás dispuesto a hablar abiertamente de algo con otra persona, permites que se produzca cierto grado de transparencia e intimidad, fortaleciendo los cimientos de la relación sólo con el acto de una simple conversación.
Por el contrario, cuanto más tiempo evitas hablar con alguien sobre algo que te molesta, más se consolidan los malentendidos, los resentimientos y la infelicidad general en la relación. De hecho, al no confrontar, a menudo te sientes mucho peor que si hubieras abordado el problema desde el principio.
1. 1. Empiece siempre con respeto.
De hecho, si estás enfadado, espera a calmarte antes de abordar una cuestión. Cuando estamos enfadados tendemos a dirigir las conversaciones con agresividad, y eso es contraproducente para mejorar la situación. La amabilidad importa, así que empieza con un enfoque amable.
2. El mejor enfoque es una conversación individual.
Si no puedes tener la conversación en persona, no elijas evitar la confrontación por completo. Anota en tu calendario la hora a la que enviarás un correo electrónico a esa persona para contarle respetuosamente cómo te sientes. Hazte responsable de cumplir con tu mensaje.
3. 3. Dale tiempo a alguien para que responda cuando le cuentes cómo te sientes.
Después de plantear el problema, dale la oportunidad de explicar cómo se siente sin interrumpirle ni intentar defenderte. Siempre puedes decir: "Gracias por sacar el tema. Yo también quiero hablar de eso; terminemos primero este tema y volvamos a él más tarde, o incluso mañana."
4. 4. Cíñete al tema o temas en cuestión
Nunca menciones rumores o problemas que hayas oído decir a otras personas. Estás compartiendo tus preocupaciones y no estás ahí para ser la voz de otra persona. La gente tiende a sentir que te estás confabulando contra ellos cuando mencionas los problemas de otras personas, y no es apropiado cuando te enfrentas a alguien cara a cara.
5. 5. Aporta una solución
Ofrece lo que crees que podría ser un buen compromiso o solución para ayudar a resolver el problema. Pregúntales qué piensan al respecto y, si no puedes llegar a un acuerdo inmediato, pídeles que lo mediten un poco y hazles saber que harás un seguimiento en uno o dos días.
En el fondo, lo que queremos es pertenecer a algo. La idea de que podemos decir algo que haga que no le gustemos a alguien, que nos vea de forma diferente o que "agite el barco" nos hace dudar a la hora de sacar el tema. Enfrentarse a alguien respetuosamente y con un propósito le permite explicar su proceso de pensamiento, o incluso cómo se siente. Esto hace que la relación avance en una dirección positiva y de comunicación más abierta. Dominar la habilidad de la confrontación es muy importante para tu crecimiento como líder.
Del mismo modo, esté abierto a que alguien le plantee un problema. Tu disposición a ser accesible es una de las mejores habilidades blandas que puedes emplear para mantener tus relaciones sanas y exitosas. Permitir que los problemas se enconen no es bueno ni para ti ni para la persona con la que estás secretamente disgustado. Cuando intentamos comunicar a los demás cómo nos sentimos, les demostramos que nuestra relación con ellos es valiosa y que merece la pena el tiempo y la energía que le dedicamos. Líderes, comprométanse a superar su nerviosismo ante la confrontación, utilicen algunas de las sugerencias que aquí se ofrecen y les prometo que incluso las relaciones más difíciles de su vida mejorarán.
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